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miércoles, septiembre 27, 2006

"Si uno pudiera probar solamente su nada, si uno pudiera reposar en su nada y que esa nada no fuera una cierta forma de ser, pero tampoco la muerte total."
Antonin Artaud

El otro lado del espejo.


Algunas tribus africanas temen los espejos porque creen que nos roban un poco de nuestra belleza y juventud cada vez que los miramos.



Es peligroso contemplar la candidez en un cuerpo. La mayoría de las veces no se encuentra en su geografía sino disuelta en nuestra mirada, sedienta de irrealidad, de salvación. Esta aberrante sed que anhela la armonía y el equilibrio que nos falta y que lo escarva en algo bello y puro pretende beberse esa repentina luz, ese lugar inhóspito en dónde todas las cosas y todos los seres conservan sus nombres intactos; ese lugar onírico que es el reducto de los que han perdido el sabor en su boca, la luz en sus ojos, el candor en sus manos, la piel de las palabras, el misterio que se esconde en las esquinas de sus rutinas, temeroso de no ser descubierto, sino quebrantado por los que han sido recluidos más allá de su presente, de la brisa fresca en la cara. Los desterrados en una noche más inmensa que su propia ignorancia, son los únicos temerarios que cruzan el cristal, sin preguntarse si regresarán a este lado, deseosos incluso de quedarse allá, en el otro lado encerrados para siempre.
Pero no existe el sueño eterno. Siempre se regresa, aunque uno ya no es nunca más el mismo cada vez que lo hace. Hay un peaje para los que cruzan ese límite, sea por capricho o por necesidad, por sueño o por embriaguez. Cada vez que cruzamos el espejo algo de nosotros queda allí atrapado para siempre, en ese telar invisible y soñoliento: Un gesto impreciso, una palabra deforme, un pensamiento erróneo, un fallo de la memoria, un ser sin rostro, un rostro sin ser, un sentimiento embrionario, como un ardor de estómago. Todo eso formará parte entonces de aquello que hemos perdido y que torpemente llamamos la nada, o donde habite el olvido, como diría el poeta. El hogar que nos acoge y luego nos expulsa como un violento parto: El otro lado del espejo.

sábado, septiembre 16, 2006

El orzuelo


Cuando Jurek Samsa se levantó esa mañana descubrió en el espejo que tenia el ojo como una bicha. Su iris izquierdo estaba practicamente oculto entre dos membranas enrojecidas que simulaban ser sus párpados, y una telaraña legañosa le supuraba del lagrimal. Una baba amarillenta, como un humor pestilente de pesadillas nocturnas.
Esta transformación conferia al ojo un permanente aspecto de tristeza infinita. Por él salian las lágrimas a las que se negó, y que ahora le inundaban, le ahogaban sin piedad, como si pretendieran dejarle ciego para siempre.

jueves, septiembre 07, 2006

El tiempo que me quede libre.


El tiempo se escapa por las rendillas de la persiana y yo pruebo de conocerme un poco más para no darme gato por liebre. Me voy y vuelvo, de la nevera al baño, del baño al cuarto, del cuarto al balcón, a ver si aparece el amigo y le pillo unos porros. Asediado por mi propia costumbre de no cambiar de idea, barajo las pocas posibilidades que le ofrezco al día. Las rehuso todas. Hago inventario de mis yalopensaremañana. Algunos ya no pueden esperar más...Sí, si pueden. Pero pesan aunque parezca no notarlos. De repente, todos los rostros que ya solo permanecen en mi recuerdo. Se confunden. La memoria es una fotografia movida. El presente es caprichoso, aunque nos haga creer que está en nuestras manos. De repente un día me canso de verte y esa imagen es la última que tengo de tí. Y es una imagen anodina, como de un saludo lejano que no termina de irse, impreciso, como un decir adios sin terminar de marcharse. Para que parezca que no todo ha terminado, que no todo ha acabado de pasar, aunque acabe pasando. El sol sigue cayendo como un reflujo de orina y yo pienso en comprarme un paraguas. Pero recuerdo que jamás pude tener uno porque los perdía, aunque en realidad eran ellos los que me perdían a mí. Pienso también en todos los relojes que rechazé o que rompí adrede de pequeño el dia de mi cumpleaños. Y así con todas las cosas que no he podido nunca usar. Decir a la gente que quiero que la quiero y a la que no darle al menos una sonrisa de esas que se dibujan solas. Contemplar un ocaso con tranquilidad, nunca lo hice. Siempre los terminé mirando anelando su final, como el cigarro que se consume solo, y que nos deleita dejar morir en el cenicero. Nunca lo que queda es suficiente. Todo acaba reduciéndose a lo poco que hemos sido capaces de vivir conscientemente. Lo demás es una lava que me quema en los sueños y me levanto lleno de cenizas, y no consigo recordar nunca de donde vino el humo. Solo partículas incandescentes, como las de una cama usada por dos amantes. El lugar del crimen. Todas mis mentiras en un pote de colacao. Saco una de vez en cuando para no tener que inventar nada más sobre mi mismo, para no volverme aún más voluble. Cañonazos de gente como un estrépito allá afuera. Quizá ya ha empezado la revolución y yo todavia ni me he lavado la cara. ¿Qué querrá toda esa gente, qué querrá? Por qué regresaron de sus vacaciones? ¿Por qué vuelven a inundar las calles con sus niños en sus cochecitos? ¿Por qué abren de nuevo las escuelas? Que las cierren. Que las cierren todas si es que todavia confian en aprender algo. Yo mientras pensaré en el tiempo que me quede libre, hasta que se agote.

sábado, septiembre 02, 2006

El desarrelament.


Mai he sentit la necessitat d´arrelar enlloc ni en ningú. Intueixo quins son els motius que poden portar a algú a fer-ho, intencionadament o no. Algunes persones del meu entorn, amics o coneguts, ja han començat a fer-ho. Ja sigui amb una altra persona, un fill, amb una feina o amb una hipoteca. Elements que a primer cop d´ull no ténen res a veure, tot i que també ens podem hipotecar amb una relació. Algunes d´aquestes persones, amb algunes de les quals he compartit moments de la meva vida que ja només pertanyen al passat i que cada cop costa més girar el cap per recordar-los, m´han arribat a titllar subtilment de covard, de tenir por al compromís, o de com a mínim ser tractat amb certa condescendència per caminar sense romb, o amb ulls d´incomprensió, de bestiola estranya.
Mai m´he sentit part del poble on vaig passar la meva infància, ni de cap colla d´amics,-és cert que en vaig tenir alguna de més jove, però per la mania d´ajuntar-te amb els de sempre-, en realitat, la majoria d´amics amb els que tinc una relació més estreta també se senten uns desarrelats. No pertanyo a cap partit polític, ni tribu urbana, ni creença religiosa,-ni tan sols l´ateïsme em consola perque no hi ha gaire a compartir en l´absència de creençes, ni de cap filosofia de vida, naturista o vegetariana, ni de cap associació. No tinc cap deure per cap pàtria ni cap vida que donar per ningú. Em sento incapaç de formar una llar perque al cap de poc temps ja és només una gàbia on menjar i dormir, o una familia.Detesto la vida familiar, domèstica, i és per això que per molt que me l´estimi mai ens podrem entendre jo i la meva familia. Cap sentiment em pertany el suficient com perque arreli en algú altre. Només em posseeix temporalment i despres m´abandona, com una grip. Vull trobar un lloc però no sé on. Vull trobar algú però no sé a qui. I cada cop estic més temerós de que aquest lloc i aquest algú són només una estranya malformació generada per la meva ment, un error de la memòria, un somni estèril de romàntic decadent.
És dur sentir-se així, ho admeto. Però no per això em sento més ni menys desgraciat que els altres. Tots estem refotudament sols, i cadascú fa el que pot per oblidar-se´n. Jo sé que cap relació amb ningú per més que me l´estimi, ni cap hipoteca per eterna que sigui em farà deixar de sentir-me sol, ni de pertànyer a res ni a ningú. No sé què fer amb la meva vida, però espero fer-ne alguna cosa. Però, sobretot, el que espero és no acabar fent-ne qualsevol per poder dir que he fet quelcom amb la meva vida, i per anar oblidant de mica en mica el que realment volia fer amb ella.