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jueves, febrero 07, 2008

Qué fácil es empezar una novela (I)


Billy Hollyday viajaba entre las motas de polvo que flotaban, doradas, a través de la ventana, mientras en la televisión el hombre del tiempo anunciaba el enésimo anticiclón de este invierno. Febrero también se había vuelto loco. Cada vez menos cosas funcionaban como era de esperar. El cartero llevaba una semana sin visitar el buzón. Ni tan siquiera las facturas hacian acto de presencia. Volvió de nuevo la vista a las volátiles particulas de polvo, su azaroso rumbo. De pequeño pensaba que tenían que ser algun modo de vida, como pequeñísimos insectos o el placton del mar. Lo pensó hasta que pasó a ser otra cosa, una tonteria que le habría explicado algun mayor y que lo había convertido en algo completamente anodino.


Polvo. Mínimas partículas residuales que se posaban eternamente sobre cualquier superfície, viva o muerta. Que se acumulaba en los rincones donde no llegaba nunca la escoba, en la mesa, en la pantalla del televisor.

Billie había dejado de cantar, y de pronto sintió que se había cubierto de polvo.